Ser padre, ser madre, ser educador implica tomar conciencia de uno mismo y hacer una seria reflexión sobre quién soy y qué puedo dar. Porque educar es un acto de amor que implica dar lo mejor de mí a aquel que lo necesita.
Educar a los hijos pasa, en primer lugar, por preguntarse qué soy yo para ellos. Qué ven en mí, qué ofrezco, que dejo de dar… poner el foco en el lugar adecuado: en uno mismo.
Tanto en las casas como en la escuela tendemos a poner el foco de la educación en el hijo, alumno… y muchas veces nos olvidamos de que el punto de partida de cualquier acto educativo soy yo: mi forma de mirar, de pensar, de reflexionar, de decir, de vestir, de hablar, de actuar… Por eso, la educación no es un acto que viene de fuera de mí, sino que parte de mí. Por eso la educación es ser y no hacer.
Ser padre, ser madre, ser educador implica tomar conciencia de uno mismo y hacer una seria reflexión sobre quién soy y qué puedo dar. Porque educar es un acto de amor que implica dar lo mejor de mí a aquel que lo necesita. Y nuestros hijos lo necesitan…
De ahí que Nembrini también afirme que el tiempo de la educación se llama paciencia, ya que la ley de la educación es el amor y necesita su tiempo.
“¿Lo estaremos haciendo bien?” “¿Seremos demasiado exigentes?” “¿Lo estaré malcriando?” “Mejor se lo compro para que no empiece a patalear en medio de la calle” “¡Estás castigada y punto!” “No nos hace caso en nada
¿Le resulta familiar estas frases? Puede que alguna de ellas las haya dicho más de una vez, pues forman parte de una de las tareas más complicadas que estas haciendo : EDUCAR a tus hijos e hijas. Como padres o madres, tienes un compromiso personal para guiarles en su desarrollo y en los aprendizajes del día a día.
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