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sábado, 17 de junio de 2023

A poco de llegar a la meta...

A poco de llegar a la meta...

 En pocos días, vivirás uno de los momentos más esperados del curso escolar, la llegada del cierre de ciclo escolar y con esto, las calificaciones finales .

¿Qué habrá sacado?  Es un momento que se vive en casa con muchos nervios, con cierta tensión, tanto por los niños como por nosotros mismos, que muchas veces lo vivimos como un verdadero drama. ¡Que no cunda el pánico! A partir de ahora, ni premios ni castigos; vamos a enfocar el final del  del curso de otra manera.

Pasemos de valorar los resultados a valorar el esfuerzo


¿En qué nos centramos cuando vemos las notas que traen nuestros hijos? En los resultados. No entramos a valorar nada más: si ha aprendido, si se ha esforzado… Nada. Si ha aprobado, está todo bien, nos ponemos muy contentos y le damos un premio porque “se lo merece”… Si ha suspendido, lo ha hecho fatal y, por tanto, le ponemos un castigo, también se lo merece.  Alberto Soler, psicólogo, dice que “cada vez más teóricos de la educación ponen en duda la propia utilidad de las notas, ya que estas desplazan el foco hacia los resultados y se lo quitan al proceso: los alumnos dejan de disfrutar aprendiendo y se preocupan solo de aprobar, sea como sea: si hay que hacer trampas, se hacen. Da igual que no hayan entendido nada, si son capaces de ponerlo en un examen y aprobar, ya vale”.


El filósofo y profesor José Carlos Ruiz está de acuerdo con este argumento. Para él, “una de las cosas más importantes a tener en cuenta cuando se educa es que nuestros hijos perciban que valoramos el esfuerzo que ellos ponen y la asunción de responsabilidad que ellos van adquiriendo con el tiempo, porque si no es así, nos encontraremos con niños que quieren buscar el premio o la recompensa inmediata y que la motivación que les lleva a cumplir con su deber sea exclusivamente la adquisición del premio”.


De hecho, José Carlos ha compartido con nosotros cómo hacen en su casa cuando les dan las notas a sus hijos: “Cuando ellos traen el boletín de notas, nos vamos a celebrarlo sin abrirlo. Lo celebramos en familia, en un restaurante que ellos eligen y lo que celebramos es que durante un trimestre han cumplido, de la manera más ejemplar posible, sus responsabilidades académicas. Y cuando volvemos, abrimos las notas y hacemos un análisis de los resultados. Si las notas han ido muy bien, nos congratulamos de que su esfuerzo haya dado frutos en el resultado y si no han ido bien, pues tendremos que ver cómo reforzar aquello que tienen que mejorar”, nos cuenta. “Lo más importante es que ellos vean que lo que se aprecia realmente es el proceso de trabajo y la interiorización del concepto de deber, y no tanto el resultado”, añade.


Ni premios ni castigos: Entonces, ¿cómo hacemos?

“Premiar o castigar en función de las notas es un absurdo, porque las propias notas son el premio o el castigo. Sería premiar un premio o castigar un castigo”, señala Soler.


En el caso de los suspensos, la mayoría de las veces, las madres y los padres nos lo tomamos como algo personal, algo que nosotros hemos hecho mal, nos sentimos frustrados y no entendemos por qué: “Si a mí se me daban fenomenal las Matemáticas”. Tenemos que empezar a pensar que no se trata de nosotros, el que ha suspendido ha sido nuestro hijo, y tenemos que ver qué ha pasado.


Y aunque en algunos casos parezca que a él le da igual suspender, no es cierto, el fracaso no nos gusta a nadie. Para cambiar esa ‘mala conducta’, dice Alberto Soler, “tenemos que profundizar un poco en por qué se ha producido, no quedarnos en la conducta en sí. El castigo es solo una mala herramienta. Las propias consecuencias de la mala conducta ya son suficientes para que el niño reflexione y aprenda”, subraya el psicólogo.


En ningún caso tiene que tratarse esta situación como un drama, ni mostrarles que nos han desilusionado. Más bien tenemos que demostrarles que confiamos en ellos, que les vemos capaces y que con esfuerzo lo pueden conseguir, no tenemos que caer en etiquetas de “vago”, etc., porque no llevan a nada positivo.


¿Y qué pasa con los premios? Lo mismo. Para Alberto Soler, “los premios son la otra cara de la moneda de los castigos, y comparten muchas de sus limitaciones; si queremos reconocer a nuestro hijo por algo que ha hecho, mejor que ese ‘premio’ no sea algo material, que sea de poca importancia, proporcionado, que se ofrezca por sorpresa, sin previo aviso, y quitándole importancia. No crear una gran expectativa que desplace la motivación interna por lo que ha hecho hacia esa recompensa externa”, nos explica.


Tienen que estudiar porque es su deber, no por recibir una recompensa. “La recomendación que hago a los padres”, dice José Carlos Ruiz, “es que vayan eliminando recompensas, que vayan quitando estímulos externos al propio deber, porque el deber tienen que interiorizarlo, les guste o no les guste, ya que implica entender las circunstancias propias (deber personal y académico) y ajenas (forman parte de una microcomunidad, que es la familia y de otras comunidades como son su clase) tomando conciencia que lo que ellos hacen repercute más allá de ellos mismos”.



En resumen:

Ni premios ni castigos. 

Alabar el esfuerzo que ha hecho tu hijo en el trimestre/curso.

Si ha tenido bajas calificaciones, analizar qué ha pasado, pero demostrar que confiamos en ellos y que les queremos igual.


Estudiar es su deber. No tiene que hacer las cosas bien por un premio o para que le demos una palmadita en la espalda, sino porque se sienta bien aprendiendo y esforzándose.

No hacer una fiesta porque haya aprobado. Valorar el esfuerzo que ha hecho, decirle que estamos orgullosos y ya.

Si ha sacado muy buena nota en alguna asignatura, no caer en el “¡qué listo eres!” sino decirle “¡cómo te las has arreglado para cumplir , muy bien!”.

Eliminar las etiquetas: ni “inteligente” ni “burro” "no inteligente" "tonto". Las etiquetas pueden fomentar que el niño no quiera afrontar nuevos retos por miedo a fracasar.

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sábado, 3 de junio de 2023

Autoestima escolar

Autoestima escolar


La autoestima es un tema complejo, en qué hombres, mujeres, jóvenes y niños están expuestos cotidianamente. La autoestima es generalmente definida como la valoración generalmente positiva – pero también negativa – que uno tienen de sí mismo. Si bien muchos factores pueden influir en ella, durante la etapa de colegial esta cobra una gran importancia en los alumnos y cómo el éxito académico los define.


La denominada “Autoestima escolar”, es para Paulina Pérez, autora del libro “En busca de mi autoestima” y psicóloga, “la autopercepción de la capacidad de aprendizaje” que además “ayuda a afirmarse para luchar perseverar en el ámbito escolar”, declara. Según la escritora, la valoración que tienen los jóvenes de su éxito académico podría reforzar hacia una “mayor motivación del estudio”, un mejor manejo de “las frustraciones y errores”, “evitar el bullying”, entre otros aspectos que “aumentan la auto eficacia” del alumno y lo “ayudan a tener más éxito”, explica Pérez.


Si bien la autoestima en general “tiene raíces en el hogar” el colegio también tiene un rol muy influyente en la estimación que tiene el joven de sí mismo. Las notas son uno de los principales factores por los que la autoestima de un joven estudiante tiende a bajar. 

¿Sabes cuál es la importancia de trabajar la autoestima en el aula?

La autoestima es un concepto tan importante como complicado en la educación, más aún en etapas iniciales. La autoestima se puede definir como el conjunto de percepciones, pensamientos, sentimientos o patrones de comportamientos dirigidos hacia uno mismo y que condicionan nuestra forma de ser. En definitiva, es lo que pensamos de nosotros mismos y es vital para el desarrollo de la personalidad desde etapas tempranas. Por lo tanto, la autoestima en el aula es fundamental.

El estado emocional de un niño, dependerá de que este tenga una buena o mala autoestima. Si esta es buena, sus relaciones sociales se verán positivamente afectadas, también su desarrollo cognitivo y aprendizaje. Además, la buena autoestima afecta a cosas tan importantes como la autosuficiencia, la capacidad para afrontar nuevos retos o desarrollar diferentes habilidades.


Está más que probado que los alumnos con una buena autoestima son más empáticos, gozan de más asertividad, son más creativos y aprenden con más facilidad. La autoestima no se forma en la personalidad de los pequeños de un día para otro, sino que se crea con el paso del tiempo; es como el reflejo de la percepción que los demás y, sobre todo los padres, tienen del niño.


Actividades para mejorar la autoestima en el aula

Es importante que tanto en casa como en la escuela se fortalezca la autoestima del alumno. Estas son algunas de las estrategias y actividades para mejorar la autoestima en el aula:


  1. Utilizar frases motivadoras


Cuando se haga bien el trabajo o se logre un progreso, hay que felicitarlos y reconocerlo. Es clave “regalar” muestras de aprecio y elogiar cuando sea necesario. Esto no quiere decir que en el caso de que se produzcan errores no se haga crítica: se puede hacer, pero siempre de forma constructiva y centrándose en el error, no en el niño.


Creer en el niño o niña

Si ellos perciben esto, serán también capaces de creer en ellos mismos. Por el contrario, si se ponen etiquetas del tipo “eres un desastre”, acabarán dudando de sus propias capacidades.


Autoconocimiento

Trabajar con el escolar la necesidad de conocerse bien a sí mismo porque esto le permitirá conocer sus puntos negativos y positivos y, por tanto, potenciará los buenos e intentará mejorar los malos.

Poner retos

Eso es debido a que el alumno pensará que es capaz de realizar diferentes actividades y cumplir los objetivos. De esta forma se sentirá útil. Hay que calibrar bien qué retos ponemos: deben ser adecuados para su edad y calcular la frustración; si todos son demasiado ambiciosos y el escolar no logra ninguno será contraproducente.

Reinventar el concepto de error

Hacerle ver que un error no es más que una oportunidad de seguir aprendiendo. Los alumnos deben tener el espíritu de superación de la frustración, es decir, ser capaces de perder el miedo al fracaso, de asumir que no todo sale bien a la primera, de aprender a enfrentarse a cosas nuevas.

Evitar las etiquetas

Cuando el alumno haga algo incorrecto, centraremos la atención en el hecho, nunca en la persona. Debemos evitar a toda costa etiquetas del tipo “eres un vago” o “no comprendes nada”.

Comunicación con la familia

Es fundamental que tanto familias como maestros tengan una autoestima adecuada. Si no conseguimos primero vernos positivamente a nosotros mismos, será casi imposible lograrlo con los demás.

No hay duda alguna de que el rendimiento escolar de los alumnos en primaria, al igual que en el resto de las etapas, depende también de la autoestima del niño y esto se fomenta tanto en casa como en la escuela.


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