👦👧ADIÓS CICLO ESCOLAR 2021-2022🙏
MTRO. CRESCENCIO
MTRA. MIREYA
MTRA. MARY MUEGUIA
MTRA. ANGÉLICA
MTRO. ALEX
MTRA. ERIKA
MTRA. BLANCA
MTRA. SANDRA
MTRA. LETICIA
MTRA. MARISELA
MTRA. MONTSE
“Mamá, ¿me compras esas chuches?” “Papá, ¿puedo estar un rato más con el móvil?” “¿Me regaláis la última versión del videojuego para la Play?”. Todas estas son situaciones que se dan en nuestro día a día con los hijos y en las que a veces no sabemos qué hacer: ¿se lo compro y así para de pedírmelo? ¿Me mantengo firme y no lo hago? A veces el cansancio nos vence y no tenemos más remedio que permitirles, aunque no queramos, que se queden un ratito más con la consola o cedemos y les compramos lo que nos piden.
Aunque no pasa nada por hacer caso y cumplir los deseos de nuestros hijos, ceder continuamente puede provocar que acabemos consintiendo demasiado a nuestros hijos.
¿Cómo convertimos a nuestro hijo en un consentido?
Con estos tres ejemplos podemos poner en práctica cambios para dejar de consentir a nuestros hijos:
Una escena muy común cuando los niños salen de la escuela es que pidan chucherías a sus padres, y a veces nuestros hijos se ponen muy insistentes para conseguirlas, gritan o tienen una pataleta. Si queremos que deje de pedirnos todos los días chuches, debemos poner un límite claro que siempre debemos cumplir. Por ejemplo, podemos decirles a nuestros hijos que no todos los días va a haber chuches, solo los viernes. Este límite debemos cumplirlo firmemente, aunque nuestro hijo o hija haya tenido una conducta inadecuada debemos darles chuches. De esta forma, nuestro hijo -con el tiempo- irá adecuándose a este límite y sabrá que para las chuches tendrá que esperarse hasta el viernes.
Si llevamos unos horarios fijos con nuestros hijos y saben que tienen solo una hora para jugar al videojuego y siempre les hacemos dejarlo cuando llega la hora, nuestro hijo se irá acostumbrando al tiempo que tiene para jugar. Debemos explicarles claramente cuál es el horario de uso de las pantallas y su tiempo máximo. Asimismo, podemos avisarles cuando faltan cinco minutos para que estén con preaviso y sepan que deben dejarlo. Si no cumplen con el horario prometido, la psicóloga Silvia Álava ya nos comentaba en este artículo que nunca debemos castigarles por ello, pero sí señalarles una consecuencia lógica por no haber cumplido con su promesa: al día siguiente podrán tener la Tablet, pero a su tiempo habitual se les restará el tiempo que estuvieron jugando de más.
Cuando llega la adolescencia, los hijos nos piden cada vez llegar a casa más tarde. Somos nosotros quienes debemos poner el límite de hora y los que debemos establecer una consecuencia. Antes de que esto ocurra, es recomendable hacer un pacto con nuestro hijo para que esté consensuado qué consecuencias se establecen si llega tarde. Pero no debemos apoyarnos continuamente el el uso de las consecuencias. Como nos dice el psicólogo Alberto Soler “Las consecuencias pueden estar bien “como alternativa a los castigos”, aunque ya hemos dicho que en realidad no son más que un tipo especial de castigo. Al igual que no arreglaríamos todos los problemas que puedan surgir con castigos, como tampoco un carpintero lo arreglaría todo con un martillo, no podemos pretender solucionarlo todo a golpe de consecuencias”. Por eso, si llega tarde a casa recurrentemente, debemos hablar con nuestro hijo para saber cuál es el motivo por el que llega tarde e intentar buscar una solución.
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